Pudor

Adan y Eva Botero

por Reynaldo R. Alegría

1

Cada uno de los once hijos que he tenido ha sido una bendición de cada uno de los Once Dioses Buenos.  Cada uno de ellos, mis hijos y los dioses, me dieron una nueva alegría.  Cada uno me dejó una nueva marca en mi cuerpo.  Me gusta pensar que el once es dos veces uno, dos veces el primero.

2

Con el tiempo, según mi cuerpo se fue haciendo grande, ancho, voluptuoso, sentí que él me veía sin mirarme.  Con los amantes viejos pasa como con los dioses, aprendemos solamente a vernos.

3

Las marcas en los hombres son como heridas de batallas.  Ellos prefieren creer que su cuerpo incomunicado, desagrupado, aislado, es resultado de una guerra librada contra la subsistencia; la que ellos confunden con la vida.  Quizá por eso, tienen poco recato para la desnudez o por la impresión que sus efluvios producen en sus amantes.  Acaso por el desconocimiento de que el alma no es parte del cuerpo.

4

Me tomó tiempo decidir cómo vestirme para el reencuentro.  Cuando te reconectas con un amante, por más viejo que sea, sueles proteger la intimidad de tus marcas y la grandeza de tu cuerpo.  Escogí un vestido corte imperio, de esos en los que mi gran pecho que tanto le fascinaba quedaba atrapado sobre el corte, realzándolo y camuflando mis caderas amplias y mi ancha cintura.

5

Inteligente, respetó mi pudor.

6

Insatisfecho, me despidió aconsejando la relectura de los clásicos.

7

Si no lo he dicho antes lo digo ahora, Aristóteles lo dijo todo.  A Nicómaco le decía:

No puede hablarse del pudor o de la vergüenza como si fuera una virtud; es al parecer una afección pasajera, más bien que una verdadera cualidad; y se la puede definir diciendo, que es una especie de miedo a la deshonra.

Esta afección misma de la vergüenza o pudor no cuadra a todas las edades; tiene su asiento natural en la juventud. Si en nuestra opinión es bueno que los corazones jóvenes sean muy susceptibles de esta afección, es porque viviendo entregados casi exclusivamente a la pasión, están expuestos a cometer muchas faltas y el pudor les puede ahorrar muchas. Alabamos entre los jóvenes a los que son tímidos y pundonorosos; pero no puede alabarse esta timidez en un anciano; porque no creemos que un anciano pueda hacer jamás cosa de que tenga que avergonzarse.

8

Ahora que tengo edad y decido no dejar de hacer nada que quiera, me preparo para mi próximo encuentro con el reencuentro.

9

Si Bradshaw tuviera razón, entonces la vergüenza es quien nos hace saber que somos finitos.

10

La próxima vez me desnudaré tan pronto cruce el umbral que me da acceso a su vida sin alma.

11

Entonces, nuevamente recordaré a Aristóteles: una cosa vergonzosa sólo un corazón viciado es capaz de hacerla.

Foto: Adán y Eva, Fernando Botero, 1990: http://aion.mx/arte/fernando-botero-y-el-erotismo-en-el-arte